Cuando todo lo demás falla, sé amable.
IHe tenido un desafío continuo (léase: una guerra) con mi oficina de correos. Vivimos en Jerusalem justo a las afueras de la Ciudad Vieja, a una corta distancia de la oficina principal de correos, en Jaffa Rd. Ha sucedido varias veces que cuando me llega un paquete, recibo un aviso de mi cartero indicando que debo recogerlo allí.
Como estamos viviendo en un mundo Covid, es necesario hacer una cita para poder ir. Afortunadamente, puedo delegar esa divertida tarea a mi asistente, cuyo hebreo, gracias a Dios, es mucho mejor que el mío. Siempre intento conseguir una de las primeras citas del día, que son alrededor de las 8 de la mañana.
Mi hebreo hablado es casi inexistente, pero eso no me impide levantarme temprano y caminar para hacer ese trámite. Sin embargo, cada vez que voy, hay un sistema distinto para recuperar las encomiendas. No estoy bromeando. Cada vez que vuelvo a casa con mi paquete, le cuento a mi marido que el sistema ha cambiado otra vez, pero que creo, que ya lo descubrí. Con el nuevo sistema, cuando entras, alguien pone tu número telefónico en una computadora y recibes una carta y un ticket numerado. Entendido.
Bueno, es hora de agregarle una dificultad. Me notifican la llegada de una encomienda, pero esta vez debo pagar los gastos de aduana. Entregué mi número telefónico para registrarme, para obtener mi número de ticket, y fui a la segunda sala donde se administran los paquetes (lo cual aprendí “a la mala” la primera vez, después de esperar en la primera sala mucho tiempo, hasta que la segunda vez estaba cerrada, y luego la tercera vez cuando estaba abierta nuevamente), presenté mi número cuando se anunció (en hebreo – ¿cómo se dice C303??). Entonces el empleado indica con enfado que debo dinero, y que él no maneja dinero. Habla demasiado rápido en hebreo para que yo lo entienda y luego me lleva enojado a un empleado en la primera sala (que no maneja paquetes, pero aparentemente maneja el correo y el dinero) para que pueda pagar.
Pago, obtengo mi recibo y vuelvo al empleado de paquetes que me entrega mi paquete de forma molesta. Me voy a casa y le digo a mi marido el nuevo sistema.
La semana siguiente recibo otro aviso de un paquete con tarifas aduaneras que hay pagar. Vuelvo a la oficina de correos, doy mi número telefónico, y otra vez, recibo un ticket que indica la sala de paquetes. Espero mi turno y, otra vez, él se enfada y me dice que vuelva a la primera habitación para pagar. Le explico que mi boleto me envía a él y no a ninguno de los otros empleados, así que, ¿qué debo hacer cuando me toca venir? Él intenta hablar inglés, pero es aún peor que mi hebreo, pero veo que entiende más de lo que puede decir.
Le digo: «Cada vez que vengo, me envían a ti, y tú me envías enojado a la otra habitación. Quiero hacerlo bien. ¿Puedes ayudarme, por favor?».
Inmediatamente se ablandó, sonrió, y dijo, la próxima vez, sólo acércate a él, y él te llevará a un empleado que aceptará el dinero, y luego te dará tu paquete.
«¿Y no te enfadarás conmigo?».
Todo su rostro cambió. Sonrió con una suave sonrisa israelí y dijo: «No. Que tengas un buen día».
Y lo hice.